¿Qué te pide el Señor tu Dios?

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Reflexión:  Antes de responder esta pregunta, piensa en qué cosas te ha pedido Dios hace mucho tiempo, y por la obstinación de tu corazón no lo has hecho. No te vayas solo al agradecer, porque tienes un trabajo laboral y recibes unos ingresos, te sientes cómodo porque asistes los domingos a una congregación, y después pasas un tiempo con los hermanos hablando de muchas cosas, pero olvidando lo verdaderamente importante en tu crecimiento espiritual. En fin, tu respuesta debe estar enfocada únicamente en la verdad que se encuentra en las Escrituras. No te escapes mentalmente justificando tu actuar por el hecho de que hoy posiblemente cantaste una canción cristiana que escuchaste por `el internet, pero el alma sin frutos de Dios se estanca y necesita ser sacudida.

Hoy es un día importante que Dios ha regalado con su gracia, amor, misericordia y bondad en el poder del Espíritu Santo para que entiendas, comprendas, interiorices, medites y reflexiones que en estos dos versículos ubicados en Deuteronomio 10.12-13 “Y ahora, Israel, ¿qué te pide el SEÑOR tu Dios? Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames y le sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma, y que cumplas los mandamientos y los preceptos que hoy te manda cumplir, para que te vaya bien”, el Señor nuestro Dios le pide a todos los de hijos de Abraham, los herederos de la promesa, que también incluye a los cristianos gentiles (Gálatas 3.29), estas cinco cosas: 1) Temor a Dios. 2) Andar por sus caminos. 3) Amar a Dios con todo el corazón y alma. 4) Servir a Dios con todo el corazón y alma. 5) Guardar los mandamientos y preceptos de Dios; todo esto siempre para el beneficio nuestro y la alabanza de su Nombre. Enseguida tu mente puede refugiarse en otra vía al decir que este fue un llamado solo para el Israel étnico, y no para los cristianos, pero te llevarás una sorpresa a medida que leas más profundamente la palabra, y te darás cuenta que estas cinco cosas están entretejidas en toda las Escrituras.

Quiero centrarme un momento en una palabra que no se menciona desde los púlpitos muy frecuentemente en las congregaciones últimamente por miedo a que sus audiencias se sientan incómodos y no quieran asistir más al templo, pero como pastores tenemos que predicar la palabra de Dios con verdad, por encima de estar agradando por conveniencia a los que nos escuchan como servidor de Cristo (Gálatas 1.10). Me refiero a la palabra “Temor”, este temor a Dios, debe estar incrustado en el corazón de la vida del creyente, y suele pasar que cuando uno se aleja de Dios, y ha perdido este temor a Dios comenzamos a enlodarnos en aquellos pecados que nos tenían esclavos en nuestra vida anterior. Todo esto comienza paulatino, cuando nos alejamos de la meditación disciplinada de las Escrituras y la oración en el aposento con puerta cerrada, todo va minando hasta que las cosas de este mundo capturan nuevamente el corazón. Pensamos que actuamos con sabiduría, pero se nos olvida que en Proverbios 1.7 reposa “El principio de la sabiduría es el temor del Señor”.

1) Temor a Dios. Ahora, ¿qué es el temor a Dios? es un reconocimiento reverente y honra, sumiso en confianza y obediencia. Otro significado es motivo controlador de la vida, en asuntos espirituales y morales, no un mero temor de su poder y justa retribución, sino un saludable miedo a desagradarle, temor que ahuyenta el terror que lleva alejarse de su presencia (Romanos 8.15), y que influye en la disposición y actitud de uno cuyas circunstancias son guiadas por la confianza en Dios, por medio del Espíritu de Dios que mora en él*. Por esta razón, quienes lo practican adquieren entendimiento y alaban al Señor toda su vida (Salmos 111.10). Por eso mencionaré solo algunas citas en el Nuevo Testamento para que comprendas que es un llamado a todos los hijos de Dios. En 2 Corintios 7.1 tenemos “Amados míos, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, y perfeccionémonos en la santidad y en el temor de Dios”, teniendo presente que debemos caminar en el temor de Señor. Debemos ocuparnos de nuestra salvación con temor a Dios, como lo dice en Filipenses 2.12-13 “Por tanto, amados míos, ya que siempre han obedecido, no sólo en mi presencia, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocúpense en su salvación con temor y temblor, porque Dios es el que produce en ustedes lo mismo el querer como el hacer, por su buena voluntad”.  Un ejemplo del llamado a los hijos de Dios a temer su Nombre, lo tenemos en la vida ejemplar de nuestro Señor Jesucristo que vivía en temor reverente y fue escuchado como Hijo obediente, y lo podemos observar en Hebreos 5.7-8 “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”. Otro ejemplo del caso que el temor reverente está relacionada con la obediencia, lo tenemos en el caso de Abraham enunciado en Génesis 12.12 “Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”, por lo tanto, no es solo reverenciarle en el corazón, sino que también la obediencia hace parte de una persona que teme su Nombre.

Cuando el pueblo de Israel al pie del monte Sinaí observaba los relámpagos, humo y el sonido de la trompeta al darles Dios con su propia voz desde el cielo los diez mandamientos, todos temblaban de miedo y se mantenían a distancia, y le dijeron a Moisés que mejor él hablara con Dios, y después les contara sus palabras por temor a que murieran, sin embargo, Moisés les dijo: No tengan miedo. Dios ha venido a ponerlos a prueba, para que siempre tengan temor de él y no pequen (Éxodo 20.20), pero sabemos lo que ocurrió después con el becerro de oro, se fueron a la idolatría (Éxodo 32), se desviaron muy pronto, el pueblo no fue fiel a la voz de Dios, el Señor deseaba que tuvieran un corazón con temor reverente, como reposa en Deuteronomio 5.29 “Cómo quisiera yo que tuvieran tal corazón, que me temieran y cumplieran siempre todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuera siempre bien”, siempre para el beneficio de su pueblo, pero fue muy obstinado, rebelde, quebrantó su pacto y llegó un tiempo donde envió una palabra profética, que haría un Nuevo Pacto con su pueblo, un Pacto Eterno, donde pondría su Ley en su mente y la escribiría en su corazón (Jeremías 31.33), pero todo esto sería posible con la venida del Espíritu Santo en su pueblo, gracias a la redención de su pueblo en Cristo Jesús, donde ellos serían el pueblo de Dios, un pueblo lleno del temor del Señor, tal como está registrado en Jeremías 32.38-41 “Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. Yo les daré un solo corazón y un solo camino, para que me teman perpetuamente, para bien de ellos y de sus hijos. Haré con ellos un pacto eterno, y nunca dejaré de hacerles bien. Pondré mi temor en su corazón, para que no se aparten de mí, y en verdad me regocijaré de hacerles bien. Con todo mi corazón y con toda mi alma los plantaré en esta tierra”. Esta misma línea la vemos por las palabras del profeta Ezequiel en 36.26-28 “Les daré un corazón nuevo, y pondré en ustedes un espíritu nuevo; les quitaré el corazón de piedra que ahora tienen, y les daré un corazón sensible. Pondré en ustedes mi espíritu, y haré que cumplan mis estatutos, y que obedezcan y pongan en práctica mis preceptos. Y ustedes habitarán en la tierra que les di a sus padres, y serán mi pueblo, y yo seré su Dios”.

Cuando vivimos en temor a Dios, magnificamos, glorificamos, adoramos su Nombre, porque solo Dios es Santo (Salmos 99.3), rendimos nuestra vida a Él, y debemos esforzarnos, esmerarnos con todas nuestras fuerza a que por su gracia nos mantengamos en el temor del Señor el resto de nuestras vidas, esto implica que nuestro pensamiento experimente  transformación (Romanos 12.1-2), debemos humillarnos (Santiago 4.8) ante la presencia de Dios, y el gozo (Juan 15.11), la esperanza (Hebreos 6.18) inundará nuestra vida con consuelo que penetra al trono de la gracia. 

Siguiendo con los otros cuatros cosas importantes para la vida, tenemos varias citas que confirman el llamado en el Nuevo Testamento, para que nos quede completamente claro y sin dudas que este llamado también es para mí, si digo que en verdad soy cristiano:

2) Andar por sus caminos. Son varios llamados en las Escrituras a tomar la mejor decisión en este mundo, y se refiere al camino de Dios. Muchos son los que han tomado el camino espacioso y la puerta ancha que lleva a la perdición (Mateo 7.13), no conocen el camino de la paz (Romanos 3.17), pero en el caminar con Dios, implica necesariamente seguir a Cristo. Nuestro Señor nos dijo que si alguno quiere ser su discípulo debe negarse a sí mismo (Mateo 16.24), es decir, negarse a nuestro Yo, a nuestro egocentrismo, a nuestra altivez, arrogancia, y esto implica que debemos cambiar el camino de maldad que llevábamos e ir por el camino angosto y entrad por la puerta estrecha (Mateo 7.14) que lleva a la vida. En Proverbios 14.12 reposa “Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte”, por eso, es importante entender que el hombre no tiene sabiduría para encontrar por él mismo el camino de la vida eterna, solo ha sido dada un solo camino para toda la humanidad, como lo dijo nuestro Amado en Juan 14.6-7 “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto”. En estos últimos días finales Dios nos ha hablado por medio de su Hijo, Él es la imagen misma de lo que Dios es (Hebreos 1.1-3), y está sentado a la derecha de la Majestad, en las alturas; con sus palabras nos da espíritu y vida (Juan 6.63).

3) Amar a Dios con todo el corazón y alma. En Deuteronomio 6.4-9 reposa “Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor es uno. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Estas palabras que hoy te mando cumplir estarán en tu corazón, y se las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés en tu casa, y cuando vayas por el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás en tu mano como una señal, y las pondrás entre tus ojos como frontales, y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”, y fue mencionado también por el Señor Jesucristo como el mayor de todos los mandamientos (Mateo 22.37); cuando los intérpretes de la ley le preguntaron ¿cuál es el mayor de los mandamientos de la Ley? No podemos amar a Dios primero, porque Él nos amó primero (1 Juan 4.19), y dio a su Hijo para el rescate de muchos (Mateo 20.28), y cuando venimos ante Dios y arrepentimiento somos justificados por medio de la fe entonces tenemos paz (Romanos 5.1), nos convertimos en sus hijos (Juan 1.12), y debemos ser obediente a nuestro Padre Celestial, por eso debe reinar el amor a Dios por encima de todas las cosas, pues donde esté nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón (Mateo 7.21). 

4) Servir a Dios con todo el corazón y alma. Nuestro Señor Jesucristo le dijo a Satanás “Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás” (Mateo 4.10) como respuesta a la propuesta de que se arrodillara ante él y le adorara. El servicio a Dios por medio de una iglesia local para miles de personas que asisten a las congregaciones no se les hace importante, porque piensan que el solo hecho de reunirse los domingos, cantar algunas alabanzas, dar los diezmos y ofrendas es suficiente, al final no comprenden que es una forma de seducción que utiliza Satanás para dar tibieza al alma. Por otro lado, están las personas que se jactan diciendo que son cristianos, y tienen meses de no congregarse, lo tienen por costumbre (Hebreos 10.25), solo preocupados por los afanes de este mundo (Mateo 6.25), por eso no dan el fruto de Dios (Mateo 13.22), tiene la conciencia cauterizada (1 Timoteo 4.2) y se han olvidado del verdadero trabajo que el Hijo del Hombre les dará (Juan 6.27), no buscan arrepentimiento, al final se cumple en ellos el proverbio “el perro vuelve al vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno (2 Pedro 2.22)”.

5) Guardar los mandamientos y preceptos de Dios. Ahora con el incremento del abuso de la doctrina de la gracia en la cual muchos han mal entendido el versículo de Romanos 6.14 “El pecado ya no tendrá poder sobre ustedes, pues ya no están bajo la ley sino bajo la gracia”, creyendo que se refiere a que ya no debemos ser obedientes a la voz de Dios, y que ya no son importante los diez mandamientos, se olvidan del Nuevo Pacto, tal como se expone en Hebreos, que dice que si el primer pacto hubiera sido perfecto, no hubiese necesidad de un segundo pacto (Hebreos 8.7), porque Dios ha hecho lo que era imposible para la ley, debido a que era débil por su naturaleza pecaminosa (Romanos 8.3), pero gracias a la persona y obra de Jesucristo somo justificados, y aceptados por Dios, porque ninguno ser humano puede ser justificados por las obras de la ley, acorde lo que dice las Escrituras en Gálatas 2.16 “sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley; puesto que por las obras de la ley nadie será justificado”. Por lo anterior, una vez aceptados por Dios debemos vivir agradecidos, sirviendo a Dios, agradándole con temor y reverencia (Hebreos 12.18).

Finalmente quiero decirles a los que se han olvidado de predicar y poner en práctica que debemos guardar la palabra de Dios, que Dios juzgará a su pueblo (1ra Pedro 4.17), sabiendo que en los cielos tenemos una herencia mejor y perdurable (Hebreos 10.34). También el Señor Jesús lo dijo que si le amamos debemos guardar sus mandamientos (Juan 14.15), y sus mandamientos no son una carga difícil de llevar (1 Juan 5.3), pero cuando hay amor y gracia desde el cielo nuestra vida recibe consuelo.

Elaborado por:

Jair Sánchez Ordoñez

Ministerio el Mensaje de Jesús

PASTOR | TEÓLOGO | FUNDADOR EMDJ

Jair Sánchez Ordoñez

Ministerio el Mensaje de jesús

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